jueves, 21 de noviembre de 2013

El Imperio Griego

Alejandro sólo tenía veinte años cuando se convirtió en rey de Macedonia. En sólo doce años logró tanto, que desde entonces se le conoce como Alejandro Magno. El padre del ilustre conquistador, que había llevado a Alejandro a campañas militares, lo preparó en muchas formas para que asumiera el reinado y, de hecho, en la importante batalla de Queronea le dio el mando de la caballería después del asesinato de su padre, Alejandro actuó rápidamente para hacer valer su autoridad, asegurar las fronteras de Macedonia y disolver una rebelión en Grecia. Después puso su atención en el sueño de su padre: la invasión al Imperio Persa



Busto de Alejandro Magno. Este busto de Alejandro Magno es una copia romana de la cabcia dc una estatua, posiblemente de Lisipo. Aunque aspiraba a ser otro Aquiles heroe trágico de  la Iliada  de Homero, Alejandro también buscó mas honores divinos. Afirmaba ser descendiente  de Hlércules, héroe griego adorada como dios y, como faraón de Egipto, recibió reconocimiento como deidad viviente

Las conquistas de Alejandro
No cabe duda que Alejandro estaba tentando mucho la suerte al atacar el Imperio Persa, el cual, aunque debilitado en algunos aspectos, todavía era un estado fuerte. La flota de Alejandro era inferior a la armada persa, la cual reclutaba sus naves de los fenicios y de otros pueblos costeros del occidente de Asia; además, difícilmente se podía decir que sus finanzas estuvieran en su mejor momento.

El ejército de Alejandro tendría que vivir fuera del ambiente rural y obtener victorias rápidas con el fin de hacerse de los recursos necesarios para continuar la batalla. Lo la primavera del año 334 a. de C., Alejandro penetró en Asia Menor con un ejército de alrededor de 37 000 hombres. Casi la mitad de éstos eran macedonios, y el resto eran griegos o de otros pueblos aliados, La caballería, que desempeñaría un papel decisivo como fuerza de choque, se componía de alrededor de 5000 elementos. Al ejército lo acompañaban arquitectos, ingenieros, historiadores y científicos, indicación clara de la gran visión de Alejandro, así como de las expectativas optimistas que alentaba al comienzo de su campaña.

Su primera confrontación con los persas —en la batalla del río Gránico, en el año 334 a. de C. casi le costó la vida; no obstante, llego a representar una gran victoria. En la primavera del año 3331. de C., toda la mitad occidental de Asia Menor había caído en las manos de Alejandro, y las ciudades griegas jónicas del suroeste de Asia Menor habían sido liberadas” del opresor persa. No todos estos estados querían ser liberados y, más bien, consideraban a Alejandro simplemente como su nuevo amo.

Mientras tanto, el rey persa Dario III movilizaba sus fuerzas para detener el ejército de Alejandro. Aunque las fuerzas persas eran numéricamente superiores a las de Alejandro, la batalla de Isos se libró en un terreno angosto que suprimía la ventaja de la superioridad persa, por lo que resultó otro éxito macedonio. La causa no se vio favorecida por el hecho del retiro espectacular  de Darío del campo de batalla en un momento que todavía no estaba claro quien resultaría victorioso. Después de su victoria en Isos del año 333 A.C. Alejandro sitio las ciudades portuarias de Tiro y Gaza, con el fin de evitar el control pesa del mar. Egipto capituló sin presentar batalla, así que para el invierno de 332 a.C. Siria, Palestina y Egipto estaban bajo el dominio de Alejandro. Asumió el tradicional título de faraón de Egipto y fue aclamado como hijo de Amón”, que para los griegos equivalía a ser considerado como el hijo de Zeus. Alejandro también construyó la primera de una serie de ciudades que adoptaron su nombre (Alejandría), la cual sería la capital administrativa griega de Egipto. Llegaría a ser (hasta nuestros días) una de las más importantes ciudades en el mundo mediterráneo.
En tanto, Darío daba muestras de tener voluntad de concertar la paz, ofreciendo a Alejandro toda la tierra que estaba al occidente del río Eufrates. Este rechazó el ofrecimiento e inició la ofensiva. Se movilizó ahora hacia el territorio de los reinos del antiguo Cercano Oriente y, en el verano del año 331 a. de C., entabló la decisiva batalla contra los persas en Gaugamela. En dicho lugar, era evidente que las fuerzas de Alejandro eran inferiores en número en comparación con el ejército persa, el cual se había emplazado en una planicie abierta y despejada con objeto de que los carros de guerra pLidieran maniobrar a sus anchas. Alejandro pudo romper el centro de la línea persa con una caballería pesada, a la cual siguió la infantería. La batalla derivó en una fuga desordenada, pero Darío se las arregló para escapar. Después de su victoria en Gaugamela, Alejandro entro en babilonia y luego se dirigió a las capitales persas de Sosa y Persépolis, donde se apropio de los tesoros persas y se adueñó de inmensas cantidades de oro y plata.

Alejandro y Darío en la batalla de Isos. Este mosaico helenístico tardío  proveniente de Pompeya describe la batalla de Alejandro y Darío III, rey de Persia, en lsos, en el año 333 a. d C. Alejandro desembarcó sus tuerzas en el oeste de Asia Menor, en el año 334 a. de C, con el fin de comenzar su campaña persa, y enfrentó primero a Darío en Isos, donde el angosto terreno inutilizó a la macona de los persas.

 

Alrededor del año 330 a.C, Alejandro se puso de nuevo en marcha. Después que Darío fuera asesinado por uno de sus propios hombres, Alejandro asumió el titulo y las ¡unciones de Gran Rey de los persas.
Sin embargo, no le satisfacía descansar sobre los despojos del Imperio Persa. En los siguientes tres años, se movilizó hacia el este y noroeste, llegando hasta el lejano Pakistán actual. En el verano del año 327 a. de C., penetró en la India, que en ese entonces estaba dividida en varios estados en guerra. En el año 326 a. de C., Alejandro y SUS ejércitos llegaron a las llanuras noroccidentales de la India.
En la batalla del río Hydaspes, Alejandro ganó una batalla brutalmente peleada Cuando Alejandro manifestó su determinación de marchar al este para conquistar más territorio de la India, sus soldados, cansados de una campaña tras otra, se amotinaron y se rehusaron a continuar. Alejandro accedió a sus demandas y estuvo (le acuerdo con regresar, de modo que condujo a sus tropas por el sur de Persia, a través del desierto Gedrosiano, donde sufrió fuertes pérdidas a consecuencia de las abrumadoras condiciones del desierto. Alejandro y lo que quedaba de su ejército se dirigieron a Susa y después a Babilonia, donde planeó más campañas. Pero, en el mes de junio del año 323 a. de C.  debilitado por sus heridas, la fiebre y, tal vez, un exceso de alcohol, murió a la temprana edad de treinta y dos años. 

Los ¡deales de Alejandro: Alejandro es uno de los grandes personajes más enigmáticos de la historia. Los historiadores, aun basándose en las mismas fuentes brindan distintas descripciones de él. Algunos lo pintan como un visionario idealista, y otros, como un ser maquiavélico y despiadado ¿Como se concebía a sí mismo Alejandro Magno? Sabemos que buscaba imitar a Aquiles, el héroe del poema la Ilíada de Homero.
Bajo su almohada Alejandro tenía una copia de la lijada y una daga. También afirmaba ser descendiente deHércules, el héroe griego al cual llegó a adorarse como un dios. Sin lugar a dudas, Alejandro aspiraba a recibir honores divinos; como faraón de Egipto se convirtió en un dios viviente, de acuerdo con la tradición egipcia e, incluso, en determinado momento, expidió instrucciones a las ciudades griegas para que lo declararan Dios.
Algunos historiadores han argumentado que Alejandro creía en un ideal de humanidad universal. Como evidencia, citan el hecho de que alentaba a sus soldados a contraer matrimonio con las mujeres nativas, y en Susa, en el año 324 a. de C., celebró en masa unas nupcias de diez mil de sus soldados con nativas. Alejandro mismo se casó con mujeres orientales (Estateira hija de Darío, y Roxana, hija de un barón bactriano). ¿Estaba Alejandro actuando en aras de un elevado ideal o, simplemente, buscaba una manera pragmática de unificar sus dominios recién obtenidos? Al inicio de sus conquistas, asumió actitudes de gobernante persa.
Se autonombró Gran Rey y exigió a sus súbditos que se inclinaran ante él, al estilo persa. Vistió vestimentas persas, utilizó a persas como administradores adiestró a jóvenes nativos en los métodos militares macedonios los sus compatriotas macedonios objetaron estas trazas de despotismo, así como el trato igualitario que daba a los persas. Algunos llegaron al extremo de intentar asesinarlo. Sin embargo, Alejandro debió haber sentido la necesidad de fusionar a griegos y macedonios junto con los persas en una sola clase gobernante que le garantizara el control de un imperio tan extenso. Uno se queda con la impresión personal de que él aspiraba más a una monarquía autocrática, que a una encumbrada visión de la unión de la humanidad. 

El legado de Alejandro

Pese a sus ideales, motivos o puntos de vista sobre si mismo, un hecho se impone: Alejandro creó en verdad una nueva era, la helenística. III término helenístico proviene de una palabra griega que significa “imitar a los griegos”. Así, este calificativo resulta apropiado para describir una era que atestiguó la difusión de la lengua y las ideas griegas en el mundo no griego del antiguo Cercano Oriente. La destrucción de la monarquía persa a manos de Alejandro extendió el gobierno griego—macedonio a lo largo de una dilatada área. Creó oportunidades para los ingenieros, intelectuales, mercaderes, soldados y administradores griegos. En tanto que los griegos continentales seguían comprometidos con los ideales de tas ciudades-estado, aquellos que siguieron a Alejandro y a sus sucesores participaron en una nueva unidad política basada en el principio de la monarquía. Alejandro había transformado su ejército de ser una fuerza macedonia a convertirse en una fuerza internacional, la cual le había jurado exclusiva lealtad a él. Después de su muerte, sus sucesores se valieron de la fuerza para establecer monarquías militares que dominaron el mundo helenístico. El poder autocrático —basado en la fuerza militar y en las pretensiones de un gobierno divino— llego a convertirse en una característica usual de dichas monarquías helenísticas y fue parte del legado político que Alejandro dio al mundo helenístico. Su visión de imperio fue sin duda inspiró a los romanos que, por supuesto, lucren los herederos reales del legado tic Alejandro.
No obstante, Alejandro también dejó un legado cultural. Como resultado de sus conquistas, la arquitectura, la literatura, la lengua y-el arte griegos se diseminaron por todo el Cercano Oriente. Los centres urbanos de la época helenística —muchos de los cuales fueron fundados por Alejandro y sus sucesores—se convirtieron en impulsores de la difusión de la cultura griega. Alejandro fundó una serie de ciudades y de asentamientos militares, llamados Alejandría, para proteger puntos estratégicos y para supervisar amplias áreas. La mayoría de los colonizadores eran mercenarios griegos. Se ha calculado que en el curso de sus campañas, Alejandro reclutó  de 60.001 a 65.000 mercenarios adicionales provenientes de Grecia, de los cuales, cuando menos 36.000 se establecieron en las guarniciones militares y en las nuevas ciudades. A la vez que los griegos esparcían su cultura hacia el este, ellos mismos se veían influidos de manera inevitable por los USOS orientales. Así, el legado de Alejandro incluía una de  las características básicas del mundo helénico: el choque de la fusión de culturas diversas. 

Alejandro se reúne con un rey hindú

En sus campañas en la India, Alejandro peleó varias batallas difíciles :En la batallas del rio Hydaspes tuvo a un fuerte oponente en la persona del rey hindú Poro, después de vencer a Poro, Alejandro lo trató con respeto, según Ariano, el antiguo biógrafo de Alejandro. 
Ariano, las campañas de Alejandro 
En la acción Poro demostró ser todo un hombre, no sólo como comandante, sino como soldado del valor más real. Cuando vio a caballería dispersa, a la mayoría de sus soldados muertos y a sus elefantes muertos o vagando sin rumbo y desconcertado por lo que acontecía en el campo de batalla su comportamiento fue muy distinto al del rey persa Darío: a diferencia de Darío, él no dirigió la lucha para salvar su pellejo, sino que tan pronto como se -lograba reunir una sola unidad de sus hombres, peleaba con bravura. Fue sólo hasta que lo hirieron que dio vuelta al elefante en que iba montado y empezó la retirada... Alejandro, ansioso por salvar la vida de este valiente y gran soldado, envió a un hindú llamado Meroes, un hombre del que le dijeron había sido amigo de Poro por mucho tiempo. Poro escuchó el mensaje de Meroes, detuvo su elefante y desmontó, estaba muy angustiado  por la sed, de modo que cuando revivió después de beber, le dijo a Meroes que lo llevara con presteza ante Alejandro.
Alejandro informado de su llegada, cabalgó para reunirse con él... Cuando se encontraron, refrenó su corcel y observó a su a adversario con admiración: representaba la magnífica figura de un hombre, con más de 2 metros de estatura y de gran belleza personal; su porte no había perdido nada de su orgullo; su aire era el de un valiente que se reúne con otro, de un rey en la presencia de otro, con quien él había peleado honorablemente por su reino.
Alejandro fue el primero en hablar. “Qué,” dijo, “deseas que haga contigo? “Trátame como se trata a un rey”,…se dice fue lo que contestó Poro. “Por mi parte,” dijo Alejandro, complacido por la respuesta, “tu petición será concedida. ¿Pero, no hay algo que desees para ti?” “Todo” dijo Poro, “está contenido en esta ultima petición”
La dignidad de estas palabras dieron a Alejandro incluso más placer, y devolvió a Poro la soberanía sobre sus súbditos agregando a su reino otro territorio incluso más grande. Así que, en realidad, trató a un valiente como se trata a un rey, y de ahí en adelante encontró en él, en todo sentido, a un amigo leal.



El Imperio Persa


LOS PERSAS 

Historia 

En menos de 70 años, desde el año 560 AC, los reyes aqueménidas de 
Persia unificaron todas las naciones dispersas del antiguo Oriente en un solo 
ente político. Esta zona de más de 4.000 km de amplitud (áreas 
sombreadas) abarca los altos montes de Elburz y Zagros, el fértil valle 
situado entre los ríos Tigris y Eufrates y las colinas ricas en metales de Asia 
Menor. 

La hegemonía aqueménida llegó a su cumbre después del año 55 AC, bajo 
Darío I. El núcleo del Imperio fue formado por los primeros aqueménidas, 
los cuales, desde una base situada en la región denominada Persia, se 
extendieron hacia antiguos reinos tales como Media y Asiria. Ciro el Grande 
creó su verdadera estructura imperial, y extendió su control hacia todas las 
tierras entre Bactriana y Frigia. Su sucesor, Cambises II, absorbió Egipto, y 
después Darío empujó el dominio persa hacia sus límites. Al culminar su 
reinado se completo la Carretera Real, de 2.560 km de longitud, la cual 
comunicaba el centro imperial de Susa con Sardes, en Lidia, así como el 
canal que unía el Mediterráneo con el Mar Rojo. Herodoto, cronista griego, 
menciona 28 regiones que figuran en la historia de Persia; 20 de ellas 
fueron satrapías o estados sometidos. Se han identificado también 23 
ciudades y sitios arqueológicos dentro del dominio aqueménida. 

RESEÑA HISTÓRICA 

A partir del año 559 antes de nuestra era, los persas necesitaron solamente 
unos treinta años para salir de la oscuridad y crear el primer imperio del 
mundo. Durante ese tiempo -menos de una generación- los restantes 
pueblos, de Grecia a Etiopía, de Libia a la India, llegaron a considerar al 
monarca del trono de Persia como único rey. Así, los persas fueron los 
primeros en realizar un antiguo sueño: estAblecerse en gran escala a través 
de todo el Próximo Oriente como una poderosa comunidad administrada 
bajo la misma lengua -en este caso, el arameo- y bajo una sola ley. El 
imperio resultante, más de tres millones de kilómetros cuadrados, estaba 
poblado por unos 10 millones de habitantes. 

Los primeros que lograron esta asombrosa centralización del poder fueron 
los aqueménidas -importante familia persa-. Explotando sus excepcionales 
dotes de gobierno y dirección, dirigieron su recién unificado mundo hacia 
una era de mayor comercio y a un más alto nivel de vida, nunca 
experimentado antes por la humanidad. Durante unos 200 años, bajo la 
protección de los aqueménidas, tanto las mercancías, como la gente y las 
ideas, atravesaban las viejas fronteras con relativa facilidad y en este 
proceso fueron convirtiendo las grandes ciudades del Imperio, como 
Babilonia, en verdaderos centros cosmopolitas. 

La conquista fue la vanguardia de la expansión persa, aunque a pesar de su 
destreza militar, los aqueménidas no hubiesen podido mantener su vasto y 
heterogéneo dominio sólo por la fuerza. Gran parte de la fuerza que 
sostenía su espada procedía de un sistema de comunicaciones sometido a 
continua expansión y mejora, una adecuada estructura de gobierno y, por 
encima de todo, una sorprendente tolerancia hacia las leyes y tradiciones de 
los pueblos conquistados. Esta indulgencia representó un importantísimo 
factor, tanto social como fisiológicamente, para asegurar la lealtad y 
obediencia de los conquistados. También en religión los persas fueron 
tolerantes. En los primeros tiempos de su historia imperial desarrollaron una 
fe nacional basada en un panteón encabezado por el dios Ahuramazda, 
quien, según ellos, era el creador del cielo, de la tierra y del hombre. Sin 
embardo, los persas no intentaron imponer sus creencias en otras partes: al 
contrario, mantenían las creencias religiosas de los pueblos conquistados, 
con la teoría genial de que de ese modo estos pueblos les devolverían el 
favor con cierto grado de apoyo. 

La sagacidad política de los persas no tiene nada en común con su 
perfeccionamiento cultural. Sus ideales educativos fueron limitados: 
"Montar a caballo, tirar al arco y decir la verdad". La originalidad en las 
artes y las ciencias fue abandonada en gran parte a los demás; ellos 
quedaban complacidos con apropiarse de los mejores adornos de sus 
esclavos y reformarlos a su gusto. 

El orgullo constituyó un elemento esencial del carácter de la antigua Persia: 
orgullo en su rey, en su tierra, en la simplicidad esencial con la que 
consideraban sus propias vidas. Tradicionalmente, jamás un persa rezó para 
su propio bien; sólo por su rey y su pueblo. Tanto el orgullo como las 
plegarias sirvieron mientras Persia contó con dirigentes fuertes. Sin 
embargo, mucho antes de su colapso final, hacia el año 330 antes de 
nuestra era, el Imperio había empezado ya a mostrar algunos de los 
problemas que afectan a las superpotencias más modernas, entre los cuales 
pueden citarse las violentas luchas internas, la corrupción y una incontenida 
inflación. 

Los aqueménidas dejaron relativamente pocos datos escritos sobre sí 
mismos: algunas inscripciones en monumentos, así como ciertas tablillas 
escritas en elamita, arcaico lenguaje de la parte sudoccidental del Irán. Sin 
embargo, la información más importante se encuentra en las historias de 
los griegos, como es el caso de lo desarrollado por Herodoto sobre las 
Guerras Persas, o los capítulos de Tucídides, Jenofonte y Ctesias, autores 
que escribieron con cierta extensión sobre los persas. 
De hecho, la relación existente entre Grecia y sus colonias del Norte de 
África y Asia Menor con la historia de Persia es realmente muy íntima, ya 
que durante el período de ascendencia persa la marea de la civilización 
griega subía con mucha rapidez. Los comerciantes griegos eran los más 
directos rivales de los persas -hecho que condujo a las guerras entre Persia 
y los estados griegos, de las que resultó finalmente la derrota del Imperio. 

Los entendidos de todos esos registros históricos, deducen con cierta 
seguridad que los persas formaban parte de una tribu familiar conocida 
como iranios, los cuales eran miembros de un grupo todavía mayor 
designado con el nombre de arios, un variado conjunto de tribus nómadas 
cuya tierra original radicaba probablemente en las llanuras eurasiáticas de 
la parte sur de Rusia. Aproximadamente entre el año 2000 y el 1800 antes 
de nuestra era, los arios iniciaron su migración desplazándose algunos hacia 
el subcontinente indio, mientras otros orientaban sus pasos hacia el oeste a 
través del Irán y penetraban hasta la parte norte de Mesopotamia y Siria. 
Alrededor del año 1400 AC, un tercer grupo de arios -que incluiría a los 
persas- se trasladó hacia el interior del Irán procedente del noroeste y 
desplazándose gradualmente hacia el oeste. 

La meseta irania sobre la que se asentaron, y que Ciro ensalzó más tarde 
por las rigurosas condiciones de vida que imponía a sus habitantes, se halla 
dominada por un anillo de duras montañas, algunas de las cuales se alzan 
hasta más de 3.600 m, que rodean una depresión central de desiertos 
salinos -una de las regiones más secas y hostiles del globo-´. Solamente en 
los valles formados por los pliegues de las montañas o en las llanuras 
adyacentes de la meseta podían asentarse grupos importantes de gente. La 
tierra, extremadamente cálida en verano, y a veces brutalmente fría en 
invierno, apenas era adecuada para la ganadería. 

Las tribus iranias, en su caminar hacia el oeste se abrieron paso a través de 
la meseta, ladeando los montes Elburz que forman su borde norte, y a 
continuación se desviaron hacia el sureste a lo largo de los montes Zagros, 
que separan la meseta de las fértiles llanuras abundantemente pobladas de 
Mesopotamia. En su avance, los iranios desplazaron o conquistaron a otras 
tribus indígenas, como los Guti y Lullubi, que habitaban los Zagros hacía 
siglos. Los recién llegados pugnaron entre sí por conseguir los mejores 
territorios, y, permanecieron en ellos por un tiempo para acabar 
desplazándose y regresar de nuevo. Las principales tribus que componían 
estas masas de emigrantes incluían no sólo a los persas, sino también a los 
medos, quienes se convirtieron en sus vecinos en la meseta irania, a la vez 
que constituyeron una parte vital de su historia, primero como 
gobernadores de los persas y más tarde como sus principales vasallos. 

Al noreste de los Zagros, en las tierras que rodean el lago Van (Turquía) y 
el Urmia (Irán), se hallaba Urartu, un estado relativamente joven aunque 
vigoroso. Al sur de Urartu, y sobre los bordes occidentales de los montes 
Zagros, en lo que actualmente constituye el Irak, residía el imperio de los 
asirios. Más al sur todavía estaba Babilonia, cuya capital se había erigido en 
centro comercial de aquel mundo. Más 
abajo de Babilonia, al a cabeza del Golfo 
Pérsico se hallaba Elam, con su centro en 
Susa -una civilización de más de 2.000 
años de antigüedad, antes brillante, pero 
entonces decadente-. 

Hacia la segunda mitad del siglo VIII 
antes de nuestra era, los asirios, en aquel 
momento la fuerza dominante del 
Próximo Oriente, habían aniquilado la 
fuerte resistencia de Urartu, sometido a 
Babilonia, vencido a los pequeños reinos de Canaán y conquistado Egipto. 
Aproximadamente hacia el año 640 AC, el rey asirio Assurbanipal acabó 
violentamente con los restos del independiente Elam afirmando con cierta 
bravura que había "transformado la tierra en un lugar estéril", y volvió a 
Asiria no sólo con los cautivos y el ganado conquistados, sino también con 
los huesos de los reyes muertos del reino de Elam. 

Las antiguas tierras elamitas colonizadas por los persas quedaban 
aparentemente demasiado remotas y eran demasiado pobres -como los 
mismo persas- para atraer las furias de los asirios, aunque de todos modos 
las luchas entre asirios y medos se hicieron cada vez más frecuentes hasta 
llegar a aparecer en los anales asirios, cada vez con mayor frecuencia, 
referencias a los "distantes medos" y "los poderosos medos del este", que 
acabaron siendo considerados en general como oponentes dignos de 
respeto. Los asirios quedaron impresionados al hallar medos no sólo en los 
montes Zagros sino en todos los puntos de la meseta hasta los que habían 
llegado en su caminar hacia el este. Los medos luchaban a caballo, y de 
ellos aprendieron los asirios a servirse de la caballería. 

Por su parte, los medos aprendieron de los asirios los fundamentos de la 
organización política. Para defenderse a sí mismas, las tribus medas se 
unieron bajo el dominio de un único rey y formaron un solo estado, 
aproximadamente por el año 670 antes de nuestra era. Mientras tanto, el 
poder de los asirios desminuyó durante los últimos años del siglo VII antes 
de nuestra era, debido, en parte, al continuo estado de guerra, que acabó 
con sus reservas humanas. Libres de esta presión, los medas iniciaron la 
consstrucción de su propio imperio, imponiendo su mandato sobre los 
persas, entre otros pueblos.

Ecbatana, la actual Hamadán, era la capital, construida sobre la ruta 
principal que iba desde la Media Luna Fértil de las llanuras mesopotámicas 
hasta Asia central, a través de la meseta irania. Según Herodoto, el rey de 
los medos habitaba en un palacio separado de sus vasallos por siete 
paredes concéntricas. Solamente los miembros de la familia real podían 
verle. 

A medida que retrocedió la amenaza asiria, no fueron los medos los únicos 
que adquirieron mayor fuerza; una renaciente Babilonia se alió con ellos 
contra los asirios. En esta tarea los medos aparentemente llevaron el peso 
mayor de la lucha. Los ejércitos medo y babilonio atacaron Nínive, que 
después de tres batallas quedó "convertida en un montón de ruinas". El rey 
asirio y sus tropas escaparon pero fueron aniquilados el año 609 AC. 
A fin de lograr la unión entre los aliados victoriosos, una princesa meda se 
desposó con el rey babilónico Nabucodonosor. Este construyó para su 
esposa los famosos jardines colgantes, tal vez para mitigar la nostalgia de 
ella por las colinas medas. Mientras tanto ambos pueblos se repartían las 
conquistas. Nabucodonosor se quedó con la zona sur del imperio asirio, 
mientras que Ciaxares condujo a su pueblo hacia al oeste, a través de 
Urartu, para reclamar su parte del botín en la meseta de Anatolia. 

Allí los medos se enfrentaron a un enemigo mucho más poderoso que los 
asirios: los lidios, que habitaban en la zona occidental de Anatolia, a lo largo 
de la costa del Mar Egeo de la Turquía moderna. Resistiendo la invasión de 
Ciaxares, los lidios consiguieron detener a los conquistadores de Asiria en 
seis difíciles campañas hasta el momento en que, al parecer, los dioses 
intervinieron; ello acaeció durante una batalla que los astrónomos han 
podido fechar exactamente como el día 28 de mayo del año 585 AC, en el 
que "el día se convirtió bruscamente en noche". Herodoto, que registró el 
fenómeno -de hecho, un eclipse solar-, observó que este acontecimiento 
puso tan nerviosos a ambos contendientes que rápidamente hicieron la paz. 
Durante las tres décadas siguientes la zona experimentó un raro período de 
estabilidad, manteniéndose un equilibrio básico de poder entre los medos, 
Babilonia y Lidia. En retrospectiva, este pacífico intermedio puede 
considerarse como necesario antes del acto principal: el ascenso al poder de 
los persas. Dicha fuerza, en su desarrollo, acabaría por engullir a medos, 
lidios y babilonios y de rechazo incluso a los poderosos egipcios. 
Alrededor del año 575 AC la esposa de un rey persa denominado Cambises, 
vasallo de los medos, dio a luz un hijo que recibió el nombre de Kurush, o 
Ciro según la designación griega, el cual había de convertirse en Ciro II, 
aunque el mundo le conoce más como Ciro el Grande, arquitecto y fundador 
del Imperio persa. 

Según datos fidedignos de Herodoto, Ciro II llevaba sangre meda; el 
historiador afirma que su abuelo era el rey medo Astiages, quien había 
desposado a su hija Mandane con su vasallo persa Cambises, en lugar de 
on uno de sus propios y estimados medos. La razón que le impulsó a 
realizar esta boda de rango inferior para su hija se halla en un sueño del 
propio Astiages, según el cual Mandane había expresado una profunda 
aversión hacia él y su reinado. 

Conforme al relato de Herodoto, los dioses continuaron alarmando a 
Astiages con sueños semejantes, y por ello, cuando Mandane dio a luz a 
Ciro, el real abuelo decidió que el recién nacido fuera asesinado. 

Ciro II asumió el trono de Anshan en el año 559 AC y a continuación se 
convirtió en el rey de todos los persas, subyugando a la otra rama de los 
aqueménidas. Al mismo tiempo empezó pronto a dar señales de 
independencia de su soberano medo Astiages. El proceso, en su totalidad, 
no llevó más de diez años. 

Los persas adquirieron muchas cosas valiosas de los medos: sus dominios, 
su ejército bien organizado, así como gran parte de su concepto de reinado, 
que daba énfasis a los rituales y protocolos reales. También heredaron la 
vieja rivalidad de los medos con Lidia. 

En el año 540 AC, en su 19º año como rey de los Persas, Ciro lanzó su 
campaña contra Babilonia. Luego de su triunfo los persas adquirieron así 
mucho más que el principal centro comercial del mundo y las tierras 
agrícolas inmensamente productivas de la Mesopotamia. Entre estos 
dominios se encontraba Fenicia, cuya flota había de resultar la mejor 
conquista, ya que, con las naves y marinos de Fenicia a su disposición los 
persas se convirtieron en una gran potencia marítima. 

Esta consolidación del Imperio persa despertó en Ciro nuevas ambiciones y 
empezó los preparativos para nuevas conquistas. Al cabo de un año liberó a 
los israelitas cautivos en Babilonia, que habían sido llevados allí el año 589 
AC, les devolvió sus tesoros de oro y plata expoliados de su templo de 
Jerusalén y devolvió 40.000 de ellos a su hogar. Aunque este gesto 
magnánimo concordaba perfectamente con su política de justicia y libertad 
religiosa para sus vasallos, le aseguró también la gratitud y lealtad del 
pueblo cananeo, y Canaán controlaba la ruta terrestre que conducía a la 
última gran nación que todavía quedaba fuera del Imperio persa: el viejo y 
opulento Egipto. 

Sin embargo, Ciro nunca llegó a Egipto, ya que con la conquista de 
Babilonia, el área, población y poder del Imperio 
persa habían alcanzado unas proporciones tan gigantescas que el monarca debió dedicarse durante algún tiempo a estructurar su propio aparato de gobierno a fin de organizar los inmensos territorios bajo su dominio. Cuando finalmente podía haber tenido algún tiempo para planear la campaña egipcia, llegaron noticias sobre problemas en el este. Allí los nómadas dirigidos por la reina Tomiris estaban poniendo en peligro sus provincias fronterizas, por lo que Ciro ordenó tomar medidas y personalmente dirigió la expedición. 

Según costumbre, persiguió al enemigo en su propio territorio, en donde el año 530 AC las feroces tribus se unieron y dieron una batalla, que, según Herodoto, resultó "la más violenta de las habidas hasta entonces". En ella perecieron la mayoría de los persas, y también Ciro, cuyo cuerpo fue transportado luego a Pasargada y colocado en la tumba real que él mismo había diseñado. 

Tras la muerte de Ciro, el dilatado reino entró en un período caótico. Su hijo 
Cambises II heredó el trono y gobernó siguiendo la política de Ciro de 
mantener altos dignatarios babilónicos en sus oficinas, aunque 
contrariamente a su padre, se había distinguido en su trato con persas y 
extraños por un notable despotismo. No obstante, prosiguió con éxito los 
planes de su padre para la conquista de Egipto; en una rápida campaña 
militar de cerca de un año, derrotó al ejército egipcio. 
Pero poco tiempo después, llamado de nuevo a Persia a fin de enfrentarse a 
una crisis política -un usurpador había ocupado su trono-, Cambises 
falleció. y sobrevinieron años de luchas conflictivas por el trono persa que 
casi acabaron con el gran Imperio, hasta la llegada de Darío, uno de los 
oficiales de Cambises en Egipto y primo lejano suyo.
El carisma de Darío fue de la misma clase que el de Ciro. Durante la campaña egipcia dirigida por Cambises, Darío había actuado como comandante de un cuerpo escogido del ejército denominado de los Diez Mil Inmortales, puesto que cuando algunos hombres morían o quedaban imposibilitados eran sustituidos inmediatamente, de forma que el número de dicho cuerpo nunca bajaba de diez mil. Estas tropas siguieron  ciegamente a Darío durante el período de las rebeliones. 

Era un hombre relativamente modesto. Las cualidades de las que se vanagloriaba eran simples: "Soy amigo del bien y enemigo del mal. No tengo un temperamento agitado y cuando me enfado mantengo firmemente 
el control gracias a mi poder de concentración. Soy un buen luchador". 

La siguiente campaña emprendida por Darío se caracterizó también por 
motivos económicos de largo alcance, ya que implicaba la disminución del 
poder del estado griego como rival en el comercio mediterráneo. Según el 
estilo propio de Darío, se dedicó a planificar aquella conquista a escala 
monumental, reuniendo para ello centenares de ingenieros y constructores 
de barcos, así como un enorme ejército, estimado en 70.000. El objetivo 
radicaba en lograr la sumisión de los guerreros getai de Tracia y de los 
nómadas escintios que habitaban la zona comprendida entre los ríos 
Danubio y Don. Con esta empresa esperaba cortar el tráfico de suministro 
de grano y madera para la construcción de navíos que tenía su origen en el 
interior de los Balcanes y que era esencial para la prosperidad de la Grecia 
europea. 

El Imperio Babilonico

La formación del imperio de Hammurabi es la conclusión de las políticas llevadas durante dos siglos por las dinastías amorritas que habían tratado de dominarse unas a otras. El problema quedó resuelto por el soberano de Babilonia.


La ciudad de Babilonia apareció en el escenario político a finales del tercer milenio a.C. Se liberó de la tutela de Ur, se erigió en principado independiente y llevó, en principio, una política de prudencia. Hammurabi llegó al trono en 1792 a.C. Los recursos de su reino eran, quizás, más importantes de lo que parecía, pero su extensión se debió sobre todo a su habilidad, pues muy prudentemente incorporó sucesivamente cada una de las potencias del momento.

En 1786 a.C. toma a Rim-Sin de Larsa, prosiblemente su principal competidor del momento. Más tarde condujo expediciones por la zona situada más allá del Tigris cuyos ocupantes estaban siempre inquietos. En 1762 a.C. abate, con la ayuda de Mari, una coalición que agrupaba a las potencias del Tigris: los asirios, las ciudades del Diyala... En 1761 a.C. toma Larsa y se proclama "rey de Sumer y Akkad". Posteriormente hay una nueva victoria contra una coalición que agrupaba otra vez a las potencias orieErtales, después de lo cual se apodera de Mari. La conquista termina en 1753 a.C. con la derrota de Asiria y del reino de Eshnunna (Diyala).


Cabeza de diorita que podría ser
un retrato de Hammurabi
Hammurabi había reconstituido así la unidad de la cuenca mesopotámica: por tercera vez en seis siglos el país conocía un régimen unificador y una política conducente a armonizar una herencia heterogénea, marcada por antiguas rivalidades. La redacción del célebre código es el signo más claro de esta política de vuelta al orden.

La obra de Hammurabi le valdrá una reputación de príncipe sabio, favorito de los dioses de quienes se considera el primer servidor, protector de su pueblo al que defiende de sus enemigos, y dispensador de vida y bienestar por la atención que presta a los cultivos y al riego. De alguna forma, es el retrato ideal del soberano mesopotámico.

Pero este imperio, a pesar del prestigio del que gozó, no fue más sólido que los dos precedentes. A partir del final del reinado de Hammurabi, en 1750 a.C., los peligros se acumularon: inestabilidad interior y crisis social, rumores amenazadores que llegaban de los Zagros e infiltración pacífica de los casitas. En 1740 a.C., Samsu-iluna tuvo que contener un ataque lanzado por los casitas que habían bajado de sus montañas. Hubo una nueva tentativa, otra vez contenida, en 1708 a.C. bajo Abu-Eshuh. En el transcurso del siglo XVII a.C. el imperio se pulverizó bajo la presión casita que se hacía cada vez más fuerte. Fue, no obstante, el rey hitita Mursili I quien, en el curso de una correría por Mesopotamia, hacia 1595 a.C., provocó la caída de Babilonia.

Aunque tuvo una duración superior a siglo y medio, el imperio se encontaba considerablemente debilitado desde el inicio del siglo XVII a.C. En cuanto a la victoria de Mursili I, tuvo como consecuencia el entregar Babilonia a los casitas.

introduccion

1. LA HISTORIA 

1.1. Definición y utilidad de la Historia